Las aplicaciones dirigidas a niños suelen sufrir críticas, porque se supone que tienen un impacto negativo sobre el desarrollo psicológico de estos y ponen en peligro su privacidad, y se acusa a los creadores de aplicaciones de tratar de manipular a los pequeños para incrementar sus ingresos.

La CCFC (siglas inglesas de Campaña por una Infancia Libre de Intereses Comerciales) que se lleva a cabo en los Estados Unidos es una de las voces que más se han hecho oír. Así, por ejemplo, dicho movimiento pretendía que Facebook cerrara Messenger Kids, un servicio que se dirige a los menores de 13 años.

No tuvo éxito, pero no por ello dejó de señalar que los niños pequeños no deberían disponer de perfil en redes sociales, porque no son capaces de “entender las complejidades de las relaciones en línea”. Afirma que las aplicaciones pueden exacerbar problemas tales como la depresión y los hábitos de sueño no saludables.

Ha llegado a criticar YouTube for Kids, porque emite contenido muy discutible sobre matanzas en escuelas y suicidios. La CCFC explica que el problema principal es que los padres suelen confiar en dicha aplicación, por su misma pretensión de hacer “más segura y simple” la navegación de los más jóvenes por los vídeos.

Señales de alarma

John Molloy, consejero delegado del Zyalin Group, una firma que ofrece servicios de control parental, ha declarado a Mobile World Live que “el principal riesgo de privacidad y seguridad al que se enfrentan los niños es que por lo general descargan aplicaciones sin ningún cuidado, sin evaluar los riesgos asociados a los términos y condiciones que aceptan”.

Añade que “sería una ingenuidad contar con que los niños analicen los permisos requeridos y rechacen el uso de la aplicación con base en la evaluación que puedan efectuar. Por ello, es muy probable que se bajen aplicaciones que les exigen permiso para acceder a su cámara, galería, micrófono, ubicación y otros datos privados, tan solo para poder jugar a un juego en su teléfono.”

Dicha circunstancia es muy preocupante y debería disparar las alarmas de todos los padres cuyos hijos tienen acceso a una tableta o teléfono.

Los desarrolladores darán prioridad a los ingresos

Sin embargo, los problemas no terminan aquí. La CCFC critica las prácticas de YouTube, que no solo recopila datos, sino que también genera “considerables beneficios con los anuncios dirigidos a niños”. También exhorta a la FTC (siglas inglesas de Comisión Federal de Comercio, el organismo regulador estadounidense) a investigar las aplicaciones para Android que, en su opinión, engañan a los niños para que efectúen compras desde las aplicaciones y vean anuncios.

Así es como llegamos a los desarrolladores sin escrúpulos que probablemente recopilarán datos para incrementar sus ingresos y bombardearán con anuncios a los usuarios. También están los que quieren crear adicción en los niños para que estos compren desde las aplicaciones e hinchen las estadísticas de uso.

Jenny Radesky, pediatra de la Universidad de Michigan especializada en desarrollo conductual, explica que “el mercado de aplicaciones infantiles es como el Lejano Oeste. Muchas de las aplicaciones parecen más enfocadas a ganar dinero que a entretener a los niños. Dicha circunstancia debería tener consecuencias importantes sobre la regulación de la publicidad, la ética del diseño de aplicaciones para niños y los criterios que aplican los padres para decidir qué aplicaciones infantiles hay que descargar.”

En el 2018, más de 200 psicólogos escribieron a la American Psychological Association para llamar su atención sobre las “prácticas no éticas de psicólogos que usan técnicas de manipulación para que los niños se enganchen a las redes sociales y los juegos de vídeo”.

Así, por ejemplo, The Vox asegura que una aplicación de juegos infantiles titulada Doctor Kids interrumpe la actividad en curso con un anuncio que invita a los usuarios a comprar un juego por 1,99 dólares (aproximadamente 1,77 euros). Existe un botón rojo X que impide que se abra el anuncio, pero si el niño hace clic sobre él, el personaje que aparece en pantalla menea la cabeza, pone cara triste e incluso llora”. En otros anuncios “es casi imposible encontrar el botón de cancelación”.

“Todo ello parece aceptable si se trata de conseguir el dinero de jugadores adultos. Pero si las aplicaciones emplean dicha estrategia con niños de corta edad que empiezan a descubrir el mundo y explorar su propio entorno, el terreno de juego ya está trucado de entrada.”

Pero, por supuesto, las aplicaciones para niños también pueden aportar beneficios. El Safer Internet Centre (Centro para una Internet más Segura) del Reino Unido indica que las aplicaciones educativas que piden a los niños que sigan objetos e interactúen con ellos pueden aumentar la coordinación entre la mano y el ojo, y hacer que los niños entiendan mejor la interacción con sistemas. Por ejemplo, saber que al pulsar el botón adecuado se realizará la acción que desean.

Añade que los juegos enseñan a los niños a resolver problemas, porque les presentan retos que tienen que solucionar para acceder al nivel siguiente.

Responsabilidad

Entonces, ¿quién se hará responsable de que las aplicaciones para niños sean beneficiosas?

Molloy arguye que, si bien los organismos reguladores deberían aplicar políticas más estrictas a dichas aplicaciones, a corto plazo la responsabilidad de proteger a los niños recae sobre sus progenitores. “Si los padres están dispuestos a facilitar a sus hijos el acceso a Internet, también deberán aplicar los controles necesarios para minimizar el riesgo de exposición a contenidos inapropiados y a intromisiones en su privacidad.”

Añade que la seguridad en línea debería basarse en un diálogo incesante entre padres e hijos, y que los padres deberían saber qué hacen sus hijos mientras están conectados, igual que cuando no lo están.

Offspring, revista australiana sobre estilo de vida, indica que si los padres invierten el tiempo necesario encontrarán “un puñado de buenas aplicaciones, sin anuncios, para niños en edad preescolar”. También cita a una persona adulta que dijo que hay que enseñar a los niños que “las aplicaciones gratuitas no existen”.

La misma publicación explica que los padres tienen que enfrentarse a rabietas si se niegan a pagar las compras efectuadas desde aplicaciones, mientras que otros usan productos como FreeTime Unlimited de Amazon, iKydz (un producto de la firma de Molloy) y otros que suministran control parental, y bloquean anuncios y compras.

The Vox declara que Google y Apple deberían controlar sus propias tiendas de aplicaciones, porque “las grandes firmas tecnológicas podrían ser las únicas capaces de frenar las prácticas de este tipo”.

Pero eso no significa que los organismos reguladores no deban tener ningún papel, y la FTC lo sabe. En febrero multó a TikTok, la popular aplicación para vídeos en formato breve, con una multa de 5,7 millones de dólares (unos 5 millones de euros) por haber recopilado ilegalmente información personal sobre niños. La FTC explica que “se trata de la pena civil más severa que la Comisión ha podido aplicar en un caso relacionado con la privacidad de los niños”.

Si bien no es probable que los desarrolladores cambien de actitud de un día para otro y creen aplicaciones más seguras y sin anuncios, no cabe duda de que tales multas ejercerán un efecto disuasorio.

Es más, los organismos reguladores deberían reforzar las normativas pertinentes a fin de garantizar que las aplicaciones infantiles no se usen para recopilar datos, ni requieran autorización para acceder a ubicaciones o cámaras –a menos que sean esenciales para la aplicación–, ni manipulen a los niños para conseguir más tiempo o dinero. Así se contribuirá a salvar a toda una generación de problemas psicológicos y de intromisiones en su vida privada, y de paso se impedirá que los padres se arruinen.

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