Ren Zhengfei, fundador y consejero delegado de Huawei, ha participado en una segunda mesa redonda con los medios de comunicación en la sede de la firma en Shenzhen. En el acto también han intervenido dos invitados especiales: Jerry Kaplan, informático estadounidense, y Peter Cochrane, ex director de tecnología de British Telecom. Es la más reciente en una serie de actuaciones de la cuestionada empresa por demostrar “transparencia” ante los medios de comunicación.

Mobile World Live ya ha cubierto un elemento importante de dicho acto en un artículo que explica los comentarios de Ren acerca de la concesión de licencias sobre la tecnología 5G de Huawei, pero queremos añadir más información sobre los 90 minutos de coloquio entre las tres personalidades.

Basta de prejuicios

Ren pide que se abandonen los prejuicios sobre tecnologías emergentes como la 5G y la IA. Teme que dichos prejuicios puedan frenar su desarrollo y nos encierren en una suerte de “Medievo”.

“Las nuevas tecnologías siempre son motivo de escepticismo, pero este disminuye con el tiempo. La innovación debería inspirar confianza. No podemos bloquear el avance de las nuevas tecnologías.”

Ren señala que la desconfianza suele deberse a la falta de conocimiento y comprensión, y reconoce que se necesitará cierto tiempo para superarlos.

Desconexión tecnológica

Kaplan insiste en que un desacoplamiento tecnológico entre Estados Unidos y China conllevaría una “distorsión económica terrible” para ambos países, pero señala que, si se limita a la 5G, sus consecuencias no serían más que “un problema superable. No será el fin del mundo.”

Cochrane afirma que no cree que un desacoplamiento de estándares sea sostenible, y que su precio sería muy elevado.

“Si el mercado es pequeño, los precios serán mucho más elevados, porque el coste del desarrollo también será mucho más alto. La realidad es que ni Estados Unidos, ni Europa, ni China, ni India ni Rusia disponen de todos los recursos, tecnologías, fábricas de dispositivos y conocimientos en sus respectivos países. Nos hallamos en un mercado mundial y dependemos unos de otros. Pienso que los políticos no entienden de tecnologías, globalizaciones ni mercados, porque si no, no cometerían tantas estupideces.”

A Cochrane no le cabe ninguna duda de que, en el caso de que el mundo se dividiera en dos áreas tecnológicas, China y sus satélites se llevarían la palma. Señala que Estados Unidos supone menos del 4% de la población mundial. “¿Hacia qué lado tendería el mundo entero?”

Confianza

Respecto a la desconfianza frente a la 5G en general y el equipamiento de Huawei en particular, Cochrane entiende que se trata de una cuestión “totalmente distorsionada” y señala que no existen recelos entre ingenieros, científicos, gerentes y empresas. “Es un problema político. No tiene nada que ver con la tecnología, ni con quienes trabajan en ella.”

Explica que la 3G y la 4G suscitaron temores similares, pero que hoy en día las redes sociales potencian ese tipo de ideas, así como otras teorías conspirativas. “Se tiende a creer que una afirmación que se repite mucho debe de ser verdad.”

“La industria no ha realizado un esfuerzo concertado para disipar los temores. Habría que planteárselo. Nada indica que exista un problema con estas tecnologías.”

Ganadores y perdedores

Kaplan argumenta que el valor de la IA se encuentra sobre todo en los datos, en los programas de software que se usan para analizar grandes volúmenes de datos y descubrir patrones en ellos.

Ha afirmado que existe el mito de que la IA es el terreno de juego de una especie de competición internacional. “No lo es. Eso no es más que un mito, y las inversiones e inquietudes de los gobiernos son absurdas. Es como preguntarse quién triunfará en la industria del cine: ¿las películas estadounidenses o las chinas? No es un caso comparable al de la energía nuclear. En este último caso, sí era posible que uno de los competidores se adueñara de ella y adquiriese una ventaja sustancial. No habrá un ganador en IA.”

Kaplan explica que la IA, igual que otras formas de automatización, incrementará la riqueza y la desigualdad, y señala que “tenemos que dejar de pensar que la política social está al servicio de la economía y empezar a entender que la política económica debe estar al servicio de los objetivos sociales. Deberíamos trabajar para maximizar la felicidad general y no tratar de desarrollar el PIB tan solo al servicio de unos pocos.”