En el Reino Unido se suele decir que “un perro es para toda la vida, no solo para Navidad”. Y en un mundo tan conectado como el actual podríamos aplicar el mismo principio a los altavoces inteligentes, posiblemente el artilugio al que se ha dado más bombo en más de una década. 

En efecto, la firma de análisis de mercado eMarketer había pronosticado un fuerte crecimiento en las ventas de altavoces inteligentes, y aventuró que serían el regalo favorito durante el reciente período navideño, hasta el punto de superar a los tan cacareados relojes inteligentes. 

La proyección de eMarketer siguió a otras previsiones anunciadas en abril del 2017, que estimaban que los usuarios de altavoces inteligentes en los Estados Unidos iban a sumar 35,6 millones en todo el 2017, y que dicha cifra ascendería a 52,8 millones en el 2019. 

De hecho, difícilmente podemos sorprendernos por este éxito. Tanto el Alexa de Amazon (que, según eMarketer, cuenta con el 71% del mercado) como Google, que trata de poner fin al predominio de Amazon mediante su línea Home, bajaron bruscamente los precios de sus altavoces inteligentes a finales del 2017, y no cabe ninguna duda de que estos suponían una posibilidad muy atractiva para las personas que deseaban expresar sus buenos deseos durante el período navideño. 

Pero ¿podría darse un caso similar al de la mascota abandonada cuando terminan las fiestas (en la línea que apunta el dicho británico)? ¿Y si un destino similar aguarda al altavoz inteligente? 

¿Podría ocurrir que el usuario se pase unos días ordenándole a Google Assistant o a Amazon Alexa que cuente chistes, ponga música y apague la bombilla inteligente, pero luego los desenchufe, los desconecte del Wi-Fi y acabe por prescindir de ellos? 

Luc Bretones, vicepresidente sénior del Technocentre de Orange, declaraba hace poco en una mesa redonda de Mobile World Live TV organizada en el marco del reciente Mobile World Congress de Barcelona que el principal desafío al que se enfrentan los altavoces inteligentes es el de superar el “efecto novedad” y crear una relación intensa de verdad entre el objeto y las personas que lo usan. 

Afirmó que “lo compramos por Navidades, los niños le piden un chiste y una canción, ¿y qué ocurre luego?” 

Bretones explica que Orange, que se sumó a las grandes firmas tecnológicas con el desarrollo del asistente inteligente Djingo en colaboración con Deutsche Telekom, busca una “interacción diaria intensa” con el objetivo de superar dicho desafío. 

Afirma que “es lo mismo que ocurre con el smarphone. Tenemos unas 250 aplicaciones, la media debe de estar por ahí, y el 90% del tiempo usamos quizás unas cinco. Ese es el verdadero reto al que se enfrentan los altavoces inteligentes […] centrarse en lo que es importante y esencial para las personas, en la vida diaria, más allá de la novedad […] no creo que se le haya sacado todo el rendimiento.” 

Todo su potencial 

Así pues, todavía pesan algunos interrogantes sobre el último dispositivo de moda de la industria. Pero está claro que Google y Amazon juegan fuerte, Apple acaba de lanzar el HomePod, se rumorea que Facebook está desarrollando su propio altavoz y Microsoft también tiene planes para Cortana, y que por todo ello los altavoces inteligentes tienen un potencial que sobrepasa los usos que son habituales ahora mismo. 

Al fin y al cabo, estas cinco empresas no se distinguen (habitualmente) por equivocarse en sus apuestas. 

Geoff Ramsey, cofundador de eMarketer, ha participado en la mesa redonda junto con Bretones y ha explicado que, según las investigaciones de su firma, el 25% de los usuarios de Internet ya “utiliza algún tipo de dispositivo activado por voz”, tanto en dispositivos autónomos como a través de un smartphone. 

Ramsey está de acuerdo en que solo se superará dicha cifra si se buscan nuevos casos de uso más allá de preguntar “qué tiempo tenemos hoy”. 

Y confía en que se conseguirá. Ramsey piensa que a largo plazo, a medida que se desarrollen los dispositivos, la voz acabará por reemplazar las 250 aplicaciones a las que Bretones se refería. 

Explica que “las aplicaciones darán paso a una triada tecnológica que empezará con la voz. Hablaremos con las máquinas, porque es más fácil.” 

“Reducir la fricción es un factor clave en Internet. Si me basta con hablarle al ordenador de escritorio o al móvil, sin necesidad de teclear, y el dispositivo está conectado a un chatbot o asistente personal provisto de IA y cumple mis órdenes, podré acceder a servicios que me resultarán útiles.” 

Otra de las personas que han destacado el potencial a largo plazo del altavoz inteligente es Oren Jacob, consejero delegado de PullString, una firma que desarrolla aplicaciones con voz para altavoces inteligentes y ayuda a las empresas a desarrollar su propia inteligencia con voz. 

Argumenta que, si bien este tipo de dispositivos todavía no ha encontrado “su propio Angry Birds, Uber o Instagram”, es más importante que tengamos presente que el caso de uso de la voz no se parece, ni se parecerá a los factores que han generado la popularidad del smartphone. También conjetura que es la personalidad, y no la funcionalidad, lo que hará que os usuarios persistan en la utilización de altavoces inteligentes. 

Explica que “cuanto más fuerte sea la personalidad diseñada, mayor será el interés en hablar con ella”. 

Afirma que “si nuestro invitado a cenar fuese pura funcionalidad, y se encendiera y apagara como un interruptor, no volveríamos a invitarlo, porque nos habríamos aburrido tremendamente con él”, y añade que “el lenguaje se utiliza como el vehículo de transmisión definitivo”. 

El papel de las operadoras 

Jacob entiende que la posición de Amazon en el sector tiene un interés indudable, sobre todo porque la empresa no goza de una presencia en el sector de la telefonía móvil comparable a la de Google y Apple. 

Dicha firma ha optado por promover la integración de terceros mediante alianzas con numerosas firmas que desarrollan dispositivos inteligentes, y recurre a dichas firmas como canal para ofrecer Alexa. Google, por supuesto, cuenta con un enorme buscador y con una división de hardware, mientras que Apple tiene sus propios dispositivos. 

Entonces, ¿cómo va a poder competir una operadora como Orange? Bretones sostiene que el producto de Orange, Djingo, no aspira a rivalizar con Amazon o Google, sino a complementar lo que ya se encuentra en el mercado. Entiende que la oferta está concebida para proporcionar suporte a los propios clientes de la firma y ofrecer un servicio de comunicaciones integral en toda una gama de dispositivos distintos. Es una posición similar a la que adopta Telefónica con Aura, su cuarta plataforma para gestionar los servicios y dispositivos de la operadora mediante órdenes recibidas a través de Facebook Messenger, primero, y de Google Assistant y Microsoft Cortana, en el futuro. 

Ramsey afirma que queda espacio para que otros actores entren en juego y rompan el duopolio que Amazon y Google ya han establecido. Explica que “siempre habrá alguien nuevo que aporte un nuevo ángulo, un nuevo enfoque, un nuevo giro con el que podamos convertirlo en un servicio valioso para más personas”. 

Si bien Orange, Deutsche Telekom y Telefónica son dignas de todo elogio por haber tratado, al menos, de ampliar el papel de las operadoras en este sector, casi ninguna otra lo ha hecho. 

En otra mesa redonda del MWC 2018, Jacob ha apremiado a las operadoras a competir con sus rivales tecnológicos y empezar a desarrollar su propia inteligencia en torno a la voz. Afirma que los gigantes tecnológicos ya han creado una relación directa con los clientes de las operadoras mediante sus asistentes en teléfonos móviles, y que estos suponen una amenaza que hasta ahora ha pasado inadvertida. 

Por supuesto que es mucho más fácil decirlo que hacerlo, y Andrew Snead, socio gerente y director de América del Norte en Delta Partners, ha puesto en duda su argumentación: ha declarado a Mobile World Live TV que es “muy discutible” que las operadoras puedan competir en un mundo en el que probablemente las grandes firmas tecnológicas se encontrarán más a gusto. 

Afirma que “esto es inteligencia artificial. El tema y las capacidades que exige son muy técnicos y plantean cuestiones muy diversas. ¿Podemos contar con que las operadoras creen asistentes digitales interactivos de voz tan complejos, relevantes y personalizados como los de Google o Amazon? Estos artilugios se vuelven más complejos cuanto mayor es la cantidad de datos que las empresas manejan [… ]. Tampoco parece que las operadoras sean capaces de innovar en la medida necesaria para ofrecer un producto tan efectivo como los de algunas grandes firmas tecnológicas.”