La noticia de la semana pasada de que Motorola está investigando el potencial de los smartphones modulares levantó cierto escepticismo y comentarios de que se trata de algo que “ya habíamos visto antes”.

Ciertamente, la idea del proyecto Ara no es nueva. En muchos sentidos, el concepto de que un mismo dispositivo pueda ser modificado para adaptarse a las necesidades específicas del usuario, para actualizar el hardware, o para personalizarlo en otros aspectos, resulta atractivo.

Limitarse a señalar el fracaso de los esfuerzos anteriores es injusto para el nuevo intento. De hecho, otros esfuerzos fallidos en el espacio móvil han engendrado sucesores de más éxito, pues la tecnología ha progresado, los gustos del usuario han madurado, y la propuesta inicial ha sido adaptada en consecuencia.

La gran diferencia es que los dispositivos modulares cuentan ahora con el respaldo de una marca importante: Motorola, que a su vez cuenta con el apoyo de un peso pesado, su empresa matriz Google.

Google no rehuye financiar proyectos de investigación a largo plazo que no llegan a buen término, y si lo hacen, tardan cierto tiempo en ofrecer resultados.

Sin ir más lejos, fijémonos en Android: Google compró la empresa de Andy Rubin en 2005, pero el HTC Dream / T-Mobile G1 no salió al mercado hasta 2008, e incluso entonces Android tardó varios años en desplazar a Symbian como plataforma de smartphone más popular del mercado.

Y Google también tiene un historial de financiar proyectos en los que no es evidente cómo se recuperará la inversión.

Por otra parte, han surgido dudas sobre su modo de gestionar Motorola, sobre todo en cuanto a sus intenciones de posicionamiento de la marca y cómo lo equilibrará con las necesidades del ecosistema general de fabricantes de dispositivos Android.

Hasta ahora no ha hecho gran cosa para reforzar el potencial de Motorola como fabricante de volumen. Por ejemplo, el muy respetado Moto X sólo se ha distribuido en algunos países, y no es que el resto del catálogo de la marca sea muy emocionante (salvo el esperado Moto G).

Pero tal vez Motorola tenga reservado un papel como unidad a través de la cual Google puede agitar el mercado de dispositivos de hardware.

Pese a todos sus problemas como fabricante, la experiencia de Motorola en ingeniería parece haber sobrevivido hasta cierto punto a su travesía del desierto. Si se combina esto con la misión de explorar áreas con las que otros fabricantes no se atreven, se abren algunas posibilidades interesantes para la división.

Pero esa estrategia tampoco está exenta de dificultades. Desde la perspectiva de Google, y a pesar de los numerosos esfuerzos de contención de costes, Motorola es muy cara de mantener en funcionamiento, y por ahora es muy deficitaria. Utilizar la división simplemente como departamento de I+D no parece que tenga mucho futuro.

Y luego está el asunto de la comunidad de dispositivos Android. Hasta ahora, pese a la preocupación por si Motorola se transforma en una amenaza, Samsung, HTC, LG, Huawei, ZTE y muchos otros no han observado que la propedad de Google haya modificado el status quo.

Y, de hecho, Google ha vuelto a elegir a LG como suministrador del nuevo smartphone Nexus (el Nexus 5), en lugar de optar por la división de terminales que tiene dentro de casa.

Pero tras haber cedido en gran medida a Google el control de sus plataformas de software, es poco probable que los fabricantes de terminales con Android acojan con entusiasmo la idea de que el gigante de las búsquedas se dedique a agitar el negocio del hardware, un mercado que ya es suficientemente duro sin que un forastero con los bolsillos repletos se dedique a meter las narices.

Por lo menos a corto plazo, el Proyecto Ara parece poco más que un interesante proyecto de I + D de Motorola, del tipo que les gustaría llevar a cabo a los fabricantes de dispositivos más ambiciosos. Pero con Google al acecho, es algo a lo que habrá que estar atentos.

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