Si empezara por decir que este artículo va a tratar los espinosos temas de la seguridad nacional, la privacidad e incluso el espionaje en la industria del móvil, sería perdonable que sus lectores pensaran al instante en cierta empresa china.

Sin embargo, me esforzaré (en la medida de lo posible) por no aludir de nuevo a Huawei.

En noviembre fueron Rusia y su siempre polémico presidente Vladimir Putin quienes acapararon los titulares, después de que este último firmara una ley que prohibirá la venta en el país de ciertos dispositivos de comunicación que no llevan software ruso preinstalado.

El proyecto de ley en cuestión, cuya entrada en vigor está prevista para julio de 2020, afectará a diversos smartphones, ordenadores y televisores inteligentes aún sin determinar, y obligará a que se preinstale en los dispositivos una alternativa producida en Rusia además del software habitual como Android e iOS.

Una medida interesante, aunque polémica. Pero ¿a qué se debe?

Oleg Nikolayev, coautor de la propuesta, ha declarado que su objetivo es ofrecer a los consumidores la posibilidad de elegir entre el uso de software nativo occidental y sus alternativas rusas, porque el gobierno quiere impulsar el uso de la tecnología nacional.

El gobierno gana

Sin embargo, Mikita Hanets, analista de investigación en ciberseguridad de Frost and Sullivan, manifiesta su escepticismo ante dicha explicación y arguye que tanto los usuarios finales como las firmas tecnológicas rusas podrían padecer sustanciales perjuicios.

Para empezar, Hanets considera “improbable” que se hayan tenido en cuenta los intereses de los consumidores.

El analista ha declarado a Mobile World Live que “la intención de preinstalar aplicaciones tal vez indique que el gobierno ruso quiere sortear algunos de los controles aplicados por los servicios de distribución digital aprobados por los fabricantes”.

Añade que “la participación del gobierno en la elección del software que responde mejor a las necesidades de los clientes rusos es también una razón para cuestionar la versión oficial por la que se justifica la aprobación de dicha ley”.

El proyecto legislativo está en la línea de una larga serie de leyes restrictivas sobre Internet que el gobierno de Putin ha impuesto a lo largo de los años.

Así, por ejemplo, las peticiones de que los servicios de mensajería compartan sus claves de cifrado, así como una ley de soberanía nacional en Internet que otorga poderes al gobierno para restringir el tráfico web en el país.

El Kremlin afirma que dichas normas, así como la nueva ley sobre el software de los dispositivos, contribuirán a mejorar la ciberseguridad en el país.

Hanets vincula esta última medida a las ambiciones más amplias de Rusia en materia de soberanía digital y cree que las restricciones aplicadas al software tendrán dos consecuencias importantes.

Para empezar, se establecerá un campo de juego desigual, en el que los desarrolladores rusos tendrán una mejor salida al mercado que sus homólogos occidentales y asiáticos. Y en segundo lugar, la defensa del país en materia digital saldrá reforzada.

El analista advierte de que “probablemente, este último objetivo comportará que los usuarios finales que tengan preinstalado en sus dispositivos el software aprobado por el gobierno padezcan graves problemas de privacidad”.

Por otra parte, es probable que los fabricantes rusos se beneficien económicamente de la medida, pero también podría ocurrir que las condiciones exigidas por el gobierno les ocasionen problemas.

Según Hanets, “si hacen concesiones al gobierno ruso, perderán su credibilidad como proveedores comprometidos con la protección de la información personal de los clientes, y podrían enfrentarse a una reacción política interna. En cambio, si ignoran las demandas del gobierno ruso, probablemente perderán una parte de su cuota de mercado en el país.” En última instancia, el único beneficiario evidente en esta situación es el propio gobierno ruso.

La ley anti-Apple

Inmediatamente después de que Putin firmara la ley, RATEK (transcripción de las siglas rusas de Asociación de Firmas Fabricantes y Comercializadoras de Ordenadores y Equipamiento Eléctrico Domésticos) ha advertido de que su aplicación puede provocar que las firmas internacionales abandonen el mercado.

RATEK añade que tal vez algunas firmas no puedan instalar software alternativo en ciertos dispositivos.

Así, por ejemplo, todo el mundo sabe que los productos de Apple no admiten aplicaciones de terceros.

Zak Doffman, fundador de Digital Barriers, una firma especializada en ciberseguridad, ha publicado un artículo en Forbes en el que corrobora los temores de RATEK y afirma que los gigantes tecnológicos occidentales podrían abandonar el mercado ruso, antes que renunciar a sus políticas.

Destaca que Apple ya había advertido a Rusia de las previsibles consecuencias de dicha ley, y que es probable que la recurra.

Doffman escribe que “no es difícil ver el motivo. La firma podría verse sujeta a leyes similares en mercados de todo el mundo, sin controles efectivos sobre la naturaleza, procedencia e integridad de la cadena de suministro del software que debería instalar.”

Hanets está de acuerdo y afirma respecto a Apple que “no es probable que renuncie a su credibilidad como uno de los fabricantes del mercado de consumo que defienden mejor la privacidad”.

Aislamiento digital

Como aún falta tiempo para que entre en vigor la ley, es muy probable que la situación cambie.

Con todo, Hanets duda que el Presidente Putin se eche atrás.

De hecho, es posible que el gobierno ruso no solo previera la reacción de las firmas tecnológicas occidentales y de las voces críticas con la nueva ley, sino que incluso la buscara.

Explica que “la ley conducirá, inevitablemente, a un mayor aislamiento económico, político y digital de Rusia respecto a Occidente. Pero es posible que dicho resultado no sea una consecuencia no deseada de la ley, sino su mismo objetivo. El mayor distanciamiento de Rusia respecto al ecosistema tecnológico más amplio está en sintonía con los objetivos estratégicos de Rusia en materia de seguridad de la información.”

Inevitablemente, la postura de Rusia se ha comparado con las políticas de China frente a la tecnología estadounidense, a menudo conocidas como de “gran cortafuegos”.

Y en un contexto más amplio, los movimientos de Rusia abren un nuevo capítulo en la creciente división del sector tecnológico entre Oriente y Occidente, una historia en que la empresa china de la que hablábamos ha sido hasta ahora la principal protagonista.

Ups, he vuelto a mencionarla.

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