Cuando aún no han transcurrido dos años desde que la compró por 12.500 millones de dólares, Google se deshace de su filial Motorola Mobility vendiéndola a la firma china Lenovo por menos de 3.000 millones. El motivo más probable de la operación: apaciguar a Samsung para asegurar el futuro de Android. Veamos algunas de las claves de la operación y de sus posibles consecuencias en el mercado de los smartphones.

Lo primero que sorprende de la venta es la diferencia entre lo pagado por Google en mayo de 2012 para hacerse con Motorola y lo que recibirá ahora de Lenovo por ella. Aparentemente se trata de 9.500 millones de dólares (unos 7.000 millones de euros), una cantidad respetable para renunciar a ella al cabo de sólo 19 meses incluso si eres la mayor empresa mundial de Internet. En realidad, la pérdida que Google deberá asumir en su cuenta de resultados es bastante menor: hay que descontar los 2.350 millones que obtuvo a finales de 2012 vendiendo a Arris la división Motorola Home, que fabrica decodificadores de TV; también los 4.000 millones que Motorola Mobility tenía, entre efectivo y bonificaciones fiscales, al ser comprada. En total, unos 3.200 millones de dólares -a los que, en justicia, habría que sumar lo que Google haya enterrado en Motorola desde la adquisición, entre otras cosas para subvencionar los smartphones Moto X y Moto G, y que algunas estimaciones sitúan en unos 2.000 millones.

Habría que ver si ese monto total se justifica o no con los activos de Motorola Mobility que Google conservará tras la venta a Lenovo: la mayoría -unas 12.000- de las 14.000 patentes que en su momento se dijo que constituían el motivo principal de Google para hacerse con Motorola, y el grupo de tecnología y proyectos avanzados, que trabaja entre otras cosas en el smartphone modular Ara. En todo caso, es probable que Google encuentre el modo de reducir el impacto del aparente fiasco; no me sorprendería que mediante ingeniería fiscal acabe imputando las pérdidas a alguna de sus filiales internacionales, donde mantiene -como hacen otras empresas del sector- una proporción sustancial de los ingresos que obtiene fuera de su país de origen y a los que el fisco federal de los EEUU estaría encantado de echar mano.

En cualquier caso, la clave de la venta a Lenovo se encuentra en otro acuerdo muy reciente: el que Google suscribió la semana pasada con Samsung para zanjar todas las demandas que mantenían ambas empresas por motivos de propiedad intelectual y cederse mútuamente todas sus patentes sobre tecnologías móviles durante los 10 próximos años. Y es que lo último que le conviene a Google es incomodar a Samsung: la firma coreana, el mayor fabricante mundial de teléfonos móviles y de smartphones, es quien vende la mayoría de los terminales con el sistema operativo Android de Google, y es por lo tanto el principal canal de ésta última para introducir sus servicios en los bolsillos de los consumidores de todo el mundo. Samsung, como los demás fabricantes de smartphones Android, consideraba que Google se había puesto a competir con ella desde que adquirió Motorola, por mucho que los directivos de Mountain View asegurasen que no iba a gozar de trato de favor. En ese marco hay que interpretar los movimientos de Samsung promoviendo el desarrollo Tizen, un sistema operativo alternativo a Android, y la insistencia de la firma en incluir en sus terminales con el sistema de Google su propio conjunto de servicios, desde la cuenta de usuario Samsung hasta catálogos de aplicaciones, contenido audiovisual y aplicaciones de productividad que eventualmente podrían reemplazar a los nativos de Google. La amenaza de los coreanos estaba clara: si sigues compitiendo con nosotros, estamos dispuestos a plantar a Android. Y Google sabe que Android no sería nada frente al iOS de Apple sin el apoyo de Samsung.

De ahí que Larry Page y los suyos hayan optado por abandonar la venta de smartphones y asumir las pérdidas a cambio de llevarse bien con su principal aliado en materia de hardware móvil. En este sentido, también es probable que los smartphones y tabletas que Google vende actualmente bajo la marca Nexus -fabricados por diferentes terceros a lo largo de la vida de la gama, desde HTC y la misma Samsung hasta los actuales LG y Asus- sean los últimos que salgan al mercado. Tanto Samsung como HTC ya ofrecen variantes ‘Google Play Edition’ de sus respectivos modelos emblemáticos Galaxy S4 y One, que utilizan el software estándar de Android sin aderezos molestos y cumplen la función de los Nexus.

Probablemente también peligra el futuro de Tizen, la plataforma móvil desarrollada por Samsung junto a Intel y que tiene su origen en el MeeGo que Nokia preparaba, también con Intel, para sustituir a Symbian antes de abandonarlo para adoptar Windows Phone. Ahora que Samsung ya no necesita Tizen para presionar a Google, podría perfectamente dejarlo aparcado. Y volviendo a Windows Phone, no es descabellado pensar que Motorola, desde ahora en manos de Lenovo, podría usar en alguna medida el sistema de Microsoft para desmarcarse de los Androides genéricos que infestan el mercado mundial.

En cualquier caso, Lenovo se confirma como uno de los gigantes que habrá que tener muy en cuenta de ahora en adelante. Ya lo era desde 2005, cuando compró el negocio de ordenadores personales de IBM, y aún más desde que hace unos días se hizo también con la división de servidores x86 del histórico fabricante de EEUU. En móviles, Lenovo ya era el cuarto fabricante mundial de smartphones, con más de 47,6 millones de unidades vendidas a lo largo de 2013. Sumándole las ventas de Motorola, el grupo de matriz china se situará en la tercera posición del mercado mundial, con una cuota aproximada del 6%. Aún muy por detrás de los dos grandes (Apple, con el 15% del mercado, y sobretodo Samsung, con el 31%), pero superando ya a su compatriota y rival Huawei.